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El riesgo de la fe

Foto del escritor: HermónHermón

“Cuando ya no pudo seguir ocultándolo, preparó una cesta de papiro, la embadurnó con brea y asfalto y, poniendo en ella al niño, fue a dejar la cesta entre los juncos que había a la orilla del Nilo.”

(Éxodo 2:3 NVI)


La fe siempre implica un riesgo. La fe es una apuesta en la que nos arriesgamos cuando hacemos algo sin saber con certeza si los resultados serán buenos.


Debido a que la vida no tiene garantías, hay un elemento de juego en todo lo que hacemos, ya sea conducir un carro o cocinar una receta. Pero el tipo de riesgo que Jocabed tomó con el bebé Moisés cae en una categoría separada.


Jocabed tomó una cesta, la impermeabilizó con brea. Luego colocó en él al pequeño Moisés y lo dejó a la deriva junto al río. Ella cronometró el horario de alimentación del bebé Moisés para que tuviera hambre a la hora del baño de la hija del faraón. También colocó a su hija, en un lugar estratégico y le dio instrucciones sobre qué decir. Efectivamente, la hija del Faraón apareció a su hora habitual y escuchó a un bebé llorar ¿y cómo podría resistirse una mujer? La niña se acercó a la hija del faraón y le preguntó si a ella le gustaría una nodriza para el bebé. La hija de Faraón pensó que sería bueno, así la niña fue y trajo a su mamá Jocabed para que la contrataran, y así, ella pudo cuidar de su propio hijo y al mismo tiempo se le pagó por ello. Esa es la historia en pocas palabras.


Pero retroceda en esa historia por un momento…


Porque aun habiendo hecho todo lo mejor que se puede, llega un momento en que se debe empujar la cesta a las aguas del Nilo. Hay una hora en que hay que quitar las manos y dejar el resto en manos de Dios. A pesar de sus mejores esperanzas, planes y oraciones, Jocabed tiembla de ansiedad. ¿Se salvará el bebé? Ese es el riesgo de la fe.


El riesgo de la fe es dejar todo en manos de Dios sin resultados garantizados. Es ceder el control a Dios sin ataduras. El riesgo de la fe es poner tu trabajo, tu hijo, tu futuro o tu problema, completamente en manos de nuestro Padre Celestial, y confiar en que Él hará Su voluntad en tu vida.


El riesgo de la fe no garantiza que al final obtendrá lo que quiere, pero garantiza paz y alegría en el viaje, porque pones a Dios en el asiento del conductor y dices No se haga mi voluntad, sino la Tuya.


Vivir es arriesgar. Así que arriesga todo en Jesucristo. Deja ir tus sueños más preciados. Ponlos en manos de Dios. Aprende del escritor de Proverbios: Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas. (Proverbios 3: 5-6).




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