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Ester arriesga su vida

Foto del escritor: HermónHermón

“Ve y reúne a todos los judíos de Susa, para que ayunen por mí. Que no coman ni beban nada durante tres días y tres noches. Mis criadas y yo haremos también lo mismo, y después iré a ver al rey, aunque eso vaya contra la ley. Y si me matan, que me maten”

(Ester 4:16 DHH)


Puedes escuchar la resolución en la voz de Ester: "Si me matan, que me maten". Ella no se resigna a su destino; ella lo está enfrentando de frente.


Ella acaba de enterarse por su primo Mardoqueo que Amán es más que una conspiración para matar al pueblo judío. Amán ha convencido al rey para que emita un decreto que autorice a los gobernadores a matar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, mujeres y niños, en un día.


Cuando Ester se entera del decreto, evalúa la situación. Recuerda el destino de Vasti, otra reina testaruda. ¿Vale la pena visitar al rey, sin invitación, para ver si puede hacer algo con respecto al decreto?


Ester estaría arriesgando su vida para comparecer ante el rey Asuero. La regla es que si alguien entra en el patio interior del rey sin ser llamado, esa persona será ejecutada. Y Ester lo sabe. Desde que entró en el harén del rey, ha perdido prácticamente todo su poder. Su vida no está en sus manos.


Y tal vez ese sea el punto: su vida pertenece al Señor. Quizás eso es lo que finalmente la persuade de arriesgarse a morir y presentarse ante el rey.


Después del período de ayuno, Ester se vistió con sus ropas reales y se acercó al rey Asuero, quien la recibió favorablemente mientras le extendía su cetro de oro.


En una serie de eventos que fueron invalidados providencialmente, Amán fue ejecutado, Mardoqueo fue elevado a una posición prominente por el rey y los judíos se salvaron del exterminio debido a la intervención de Ester.


Como cristianos, ninguno de nosotros está libre de pruebas de un tipo u otro que involucren a la familia, problemas de salud, empleo o persecución debido a nuestra adherencia a los preceptos bíblicos. Sin embargo, debemos recordar que se permiten situaciones difíciles en nuestra vida para demostrar nuestra fidelidad y obediencia a los principios rectos y la devoción a Dios. “Estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles… podrán separarnos del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. (Rom.8: 38,39) Con tal exhortación, debemos estar seguros de que si somos leales a nuestro Padre Celestial, no tenemos nada que temer debido a su supremo amor y protección para satisfacer todas nuestras necesidades.





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