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La casa de Dios

  • Foto del escritor: Hermón
    Hermón
  • 30 mar 2020
  • 2 Min. de lectura

“Juntos constituimos su casa, la cual está edificada sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas. Y la piedra principal es Cristo Jesús mismo. Estamos cuidadosamente unidos en él y vamos formando un templo santo para el Señor… donde Dios vive mediante su Espíritu.” (Efesios 2:20-22 NTV).


Recuerdo que hace un par de años uno de mis hijos preguntó: "Papi, ¿dónde vive Dios?" Aunque todavía recuerdo su pregunta, no recuerdo mi respuesta. Creo que era algo sobre el cielo. Hoy lo mas probable es que le respondería que Dios vive en su corazón, en mi corazón y en los corazones de todos los que lo aman.

Nuestro texto de hoy ofrece otra respuesta a la pregunta. Dios vive en su iglesia, el cuerpo de creyentes. Dios ha diseñado y construido un hogar maravilloso para sí mismo. Si bien es cierto que Dios vive en el cielo y en los corazones de su pueblo, Dios también vive entre su pueblo. Él ha construido esta maravillosa casa en nuestro vecindario, y está llena de todos los que siguen a Jesús. La iglesia tiene como piedra angular nada menos que Jesucristo. Su fundamento es su Palabra proclamada por los apóstoles y profetas, quienes han dado a conocer las maravillas de su amor y gracia a lo largo de la historia.

Esta maravillosa casa de Dios es un templo maravilloso, una verdadera mansión más allá de nuestra imaginación. Pero lo más increíble de la casa de Dios es que tú y yo estamos invitados a vivir en ella.


Todos vamos por caminos separados casi todos los días. Este hogar no se trata de estar en el mismo lugar con las mismas personas todo el tiempo. Pero se trata de tener un lugar al que pertenecer para que, sin importar a dónde vayamos, siempre tengamos un lugar al que regresar, un lugar donde seamos conocidos, apoyados y amados. En un lugar de comunidad, podemos compartir dónde hemos estado y lo que hemos hecho, y podemos descansar de las dificultades de la vida.

En esta casa de Dios no somos simplemente invitados como visitantes e invitados, sino que en Cristo somos parte de la familia: hermanos y hermanas de Jesús. Somos "herederos de Dios y coherederos con Cristo" (Romanos 8:17). Somos bienvenidos a la iglesia, somos bienvenidos a la familia.

Padre, gracias por construir tu casa e invitarnos a vivir y trabajar contigo en ella. Oramos para que continúes bendiciendo y guiando a tu iglesia. En el nombre de Jesús, amén.




 
 
 

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