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LA MAYORDOMÍA DEL CUERPO 1 Cor 6:20

  • Foto del escritor: Hermón
    Hermón
  • 30 ago 2019
  • 2 Min. de lectura

¿Cómo piensa usted que ve Dios al cuerpo humano? ¿Cree que está solamente interesado en el alma y el espíritu, o esperaría que se preocupara también por nuestro cuerpo físico?


A pesar de muchas ideas falsas generalizadas, el Señor está profundamente preocupado por nuestros cuerpos. Pablo confirma esta verdad cuando escribe: “Vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros”. De nuevo, en 2 Corintios 6.16, el apóstol se refiere al cuerpo humano como el templo de Dios. Los corintios tenían un concepto negativo del cuerpo. Creían que no era importante, e incluso se referían al mismo como una tumba en la que estaba encarcelada el alma. La respuesta de Pablo es enérgica. En esencia grita: “¡No! El cuerpo no es una tumba —¡es un templo!” Es digno de nuestro respeto y aprecio y merece mantenimiento.


La perspectiva de las Sagradas Escrituras es clara: Nuestro cuerpo es el templo del Dios viviente. Esto debe decirle algo a usted en cuanto a su valor y a la forma como debe tratarlo. Además de esto, debe tomar las palabras de Dios como una advertencia contra el abuso, el mal uso, o el descuido de su cuerpo. En la resurrección, “…se siembra un cuerpo corruptible, se resucita un cuerpo incorruptible.” (1 Corintios 15:42). Pero mientras tanto, tienes que “honrar a Dios con tu cuerpo”, observando unos principios fundamentales, tales como:


1) Ejercicio físico regular. La mitad de los que empezamos programas de ejercicio físico, los abandonamos antes de seis meses. El secreto es empezar despacio: sube las escaleras en lugar de tomar el ascensor, estaciona el coche y camina, juega al balón con tus hijos en lugar de ver la tele. Dios concibió nuestro cuerpo para que se moviera, y caminar sólo la distancia entre el coche y el escritorio no es suficiente… Hacer ejercicio físico durante 30 minutos 3 o 4 veces por semana reduce la presión arterial y el estrés e incrementa tu sensación de bienestar.


2) Comer sano. Muchos comemos por razones equivocadas, como cansancio, ira o baja autoestima. Come para vivir, no vivas para comer. El no ingerir suficiente fruta, verdura y fibra y comer demasiada “comida rápida” puede hacer estragos en tu salud. Ten dominio propio. Recuerda que “… los que son de Cristo han crucificado la carne con sus… deseos.” (Gálatas 5:24).


3) Dormir lo suficiente. Vivimos en una sociedad que no duerme lo suficiente, aunque la realidad es que la mayoría necesitamos de siete a nueve horas de sueño. Probablemente puedas sobrevivir con menos, pero ¿quieres sólo “sobrevivir”? El salmista decía: “Por demás es que os levantéis de madrugada y vayáis tarde a reposar… pues que a su amado dará Dios el sueño.” (Salmo 127:2). ¡Venga, apaga la televisión, el celular y vete a la cama temprano!






 
 
 

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