OBEDIENCIA
- Hermón
- 23 ene 2020
- 2 Min. de lectura
Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y recibió a su mujer, pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito. Y le puso por nombre JESÚS. Mateo 1:24-25 Es interesante que Dios pospusiera hablar con José hasta que este ya hubiera decidido qué hacer, en vez de enviar un ángel que aclarara todo cuando María le dijo que estaba embarazada. Pero no fue así. Aparentemente, después de la reunión donde se encontró con la verdad José se fue a su casa y, cuando se durmió, le envió al ángel para contarle las buenas nuevas. ¿Por qué no decírselo antes? No lo sé. ¿Quizás para que podamos ver la clase de hombre que era José? Las crisis tienden a hacer eso. Por su reacción, creo que es justo decir que José es un hombre que no descarga su enojo con quienes están a su alrededor. Al contrario, piensa las cosas y es capaz de mostrar compasión, incluso hacia quienes lo lastiman. Esos son rasgos buenos en un hombre y esposo. Y son también rasgos buenos para quien se convertiría en el padre adoptivo de Jesús. José hizo exactamente lo que se le dijo que hiciera: cuando se despertó, se llevó a María a casa como su esposa y cuando nació el niño, lo llamó Jesús. Sencillo. O como diría mi hijo con una sonrisa: “simple, pero no tanto”. Porque la obediencia no es tan simple, ¿verdad? Podemos saber exactamente qué hacer, pero hacerlo es otra cosa. Algo se interpone entre nuestro conocimiento y nuestras acciones, que a veces ni siquiera se parecen a lo que Dios nos dijo que hiciéramos. A eso lo llamamos “pecado”. Me alegra que José haya obedecido. A veces yo también logro obedecer, pero no siempre. Y eso es un problema. Pero es un problema que el hijo adoptivo de José venía al mundo a tratar. Como dijo el ángel: “él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). Él vino a hacer exactamente lo que su nombre prometía, porque Jesús quiere decir “el Señor salva”. Él es quien … “… siendo en forma de Dios … se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios el Padre” (Filipenses 2:6-11). La obediencia de Jesús nos ha dado vida. ¡Gracias a Dios por nuestro maravilloso Salvador!

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