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Tiempo para un chequeo de corazón

  • Foto del escritor: Hermón
    Hermón
  • 20 abr 2020
  • 2 Min. de lectura

“Cuando llegaron, Samuel se fijó en Eliab y pensó: «Sin duda que este es el ungido del Señor». Pero el Señor le dijo a Samuel: —No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón.” (1º de Samuel 16:6-7 NVI).


¿Cómo se mide el valor de una persona? ¿Se basa en el tamaño de la cuenta bancaria de uno? Piense en personas increíblemente influyentes y ricas como Bill Gates o el fundador de Amazon Jeff Bezos; si la riqueza determina el valor de una persona, ciertamente estos hombres han alcanzado la cima del éxito. Otros evalúan a una persona en función de sus cosas : ropa, automóviles o tecnología. Aún otros son medidos por su poder e influencia o simplemente basados en su atractivo físico.

Pero, ¿cómo mide Dios el valor de una persona? ¿Se basa en riqueza, poder, influencia o apariencia? No es nada de lo anterior. Dios mira a la persona interior. Dios mira al corazón . Cuando el profeta Samuel llegó a la casa de Isaí para designar al próximo rey de Israel, estaba seguro de que Eliab era el hombre adecuado para el trabajo. Eliab era el hijo mayor de Isaí y ciertamente "parecía" como un rey: alto, guapo y fuerte. Sin embargo, Dios tenía a alguien más en mente: David, el niño Pastor y el más joven. Dios le recordó a Samuel que no juzga como los jueces del mundo. Dios mira el corazón de una persona.


Una afección cardíaca física puede evitar que alguien realice una actividad extenuante, pero una afección cardíaca espiritual es más peligrosa.

Por ejemplo, si tenemos una afección cardíaca que nos hace miserables, no podemos compartir la abundancia que nos han dado. Por otro lado, una afección cardíaca que lleva a compartir la alegría de Jesús, que vive en nuestros corazones, nos da la resistencia para una vida de obediencia fiel.

En hebreo, el "corazón" se refiere a la persona interna: el intelecto, las emociones, las pasiones y las prioridades. Nuestro corazón es la esencia de quienes somos. Nadie conoce nuestro corazón como Dios. Entonces, ¿cómo está tu corazón? La fe en Jesucristo puede transformar nuestros corazones y nuestras vidas para convertirnos en la persona que Dios nos creó para ser. Corazones llenos de su amor incondicional, ¡tendremos un corazón grande y en buena forma!




 
 
 

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