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UN SOLO DESEO

  • Foto del escritor: Hermón
    Hermón
  • 23 ene 2020
  • 2 Min. de lectura

En Jerusalén vivía un hombre justo y piadoso, llamado Simeón, que esperaba la salvación de Israel. El Espíritu Santo reposaba en él y le había revelado que no moriría antes de que viera al Ungido del Señor (Lc.2:25-26) Simeón amaba al Señor. Él sabía que el Mesías iba a venir y tenía un deseo: quería ver al Mesías de Dios antes de morir. Dios lo sabía, y el Espíritu Santo le prometió que así sería. ¿Has pensado en lo extraño que sería sostener al niño Jesús en tus brazos como lo hizo Simeón? Al acunar a ese pequeño Niño, estarías sosteniendo al Creador del cielo y de la tierra, tu Salvador, quien un día habrá de juzgar a todas las personas. Estarías sosteniendo a Aquél que te mantiene a salvo en sus manos marcadas por los clavos (Juan 10:28). ¡Qué emocionante! Simeón tenía garantizado que vería a Jesús. Debió haberlo esperado todos los días, preguntándose: “¿Será hoy el día en que lo veré?”. Y al acostarse cada noche sabía que se despertaría por la mañana, porque Dios aún no había cumplido su promesa … y Dios siempre cumple sus promesas. Sí, Jesús vendría antes de su muerte. Y así llegó el día glorioso cuando, movido por el Espíritu Santo, fue al templo y vio a una pareja joven con un recién nacido en sus brazos. ¡Ése era! Tomó a Jesús en sus brazos y alabó a Dios. Su deseo se había cumplido. Ahora podía morir e ir en paz a la casa del Señor. Esto también es cierto para nosotros. Nosotros también hemos visto al Cristo de Dios, no con los ojos del cuerpo sino con los de la fe. El Espíritu Santo de Dios nos lo ha revelado. Lo hemos encontrado en la Biblia y hemos comido y bebido su cuerpo y sangre en la Comunión. No tenemos que esperar nada. Ya lo tenemos ahora. Jesús prometió a sus discípulos: “… yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). No pasaremos solos por la muerte. Jesús, aquel que ya ha pasado y vuelto de la muerte, será nuestro guía. Ni tampoco nos quedaremos en la muerte pues Jesús, nuestro Salvador resucitado, también promete resucitarnos de los muertos. ¿Estás esperando algo? Tal vez sea algo que sucederá en un futuro cercano, como la graduación de la universidad, una boda, un nacimiento, el comienzo de un nuevo trabajo o la jubilación. O puede ser algo que no sucederá hasta que Jesús regrese y nos levante a todos de la muerte; o la reconciliación con un ser querido; o que haya paz en la tierra. Sea lo que sea, podemos esperar con esperanza confiando en que valdrá la pena, porque el Señor siempre cumple sus promesas.



 
 
 

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